Los resultados de los recientes comicios autonómicos vascos y gallegos se han presentado como un fracaso para los partidos del actual Gobierno de coalición y, salvo la renovación de la mayoría absoluta del Partido Popular gallego, como un fracaso de los partidos constitucionalistas. Sin embargo, esta nueva convocatoria electoral si ha sido atípica es por desarrollarse bajo la incertidumbre del coronavirus más que por sus resultados.
El secesionismo afianza su poder e influencia en las instituciones vascas. Tras cuatro décadas de adoctrinamiento consentido por el Estado de las Autonomías, lo extraño sería que el PNV y Bildu no fueran primera y segunda fuerza política respectivamente; la reacción virulenta de algunos grupos de jóvenes contra los actos públicos de VOX ha sido un buen ejemplo de un blanqueamiento del terrorismo que, como llevamos tiempo denunciando los falangistas, hace tiempo que se encuentra presente en las demás regiones de España. El PNV no goza de mayoría absoluta, pero los socialistas vascos no faltarán a su habitual costumbre de apoyarlos en aras de la “gobernabilidad” y demás lindezas con que justificar su apoyo al partido de la burguesía vasca.
En Galicia también avanza el secesionismo, en esta ocasión superando el Bloque Nacionalista Gallego al Partido Socialista y llevando a Podemos a su desaparición institucional autonómica. No obstante, hace tiempo que el Partido Popular gallego presidido por Alberto Núñez Feijoó promueve políticas lingüísticas no muy diferentes a las del PNV desde las instituciones vascas. Tarde o temprano, no sería descartable un auge secesionista en Galicia engendrado por las políticas del Partido Popular gallego.
Por último, no es para nada irónico que unas elecciones cuyos resultados han dejado en una posición muy delicada a los más férreos defensores de la Constitución (es el caso de Partido Popular y Ciudadanos, y en menor medida de VOX) hayan dejado a los secesionistas con tan buen humor. No podemos olvidar que el Estado de las Autonomías lleva décadas siendo el instrumento ideal para que los enemigos de la unidad de España consoliden su poder y avancen hacia su destrucción. Ahora, más consolidado que nunca, ofrece los resultados que algunos llevamos décadas anunciando que tendrían lugar ante la indiferencia y la burla de los constitucionalistas y progres que hoy se llevan desesperados las manos a la cabeza y se preguntan por qué los electores no confiaron en ellos.
Salvar el Estado de las Autonomías o salvar a España como nación histórica y como proyecto de futuro. Ahí estará uno de los debates a los que el pueblo español deberá enfrentarse de aquí a medio plazo. Y los falangistas tenemos muy claro que es a España a quien debemos salvar, siendo urgente que el Estado de las Autonomías sea condenado al vertedero de la Historia más negra de nuestro país.
