El anuncio de la aparición de un nuevo sindicato impulsado por VOX ha provocado una catarata de comentarios periodísticos en los que se desliza la comparación entre la formación liderada por Santiago Abascal y Falange Española, dada la histórica apuesta por el sindicalismo de nuestro movimiento.
Para los más perezosos “analistas”, basta el hecho de que un partido no de izquierdas pretenda abrirse hueco entre los trabajadores mediante la creación de una organización sindical para establecer el paralelismo.
Conviene por ello deshacer cuanto antes la confusión que pueda generarse entre los españoles que desconozcan las características del sindicalismo falangista, estableciendo algunas precisiones.
El sindicalismo falangista es una concepción total de la organización económica y laboral alternativa al capitalismo. Los falangistas aspiramos a sustituir el modelo de clases con intereses antagónicos -capitalistas y asalariados- por una organización en el que desaparezca dicha diferenciación y todos los productores cooperen organizándose por ramas de la producción. El objetivo último es, por tanto, la desaparición del régimen de salariado típico del capitalismo, en el que los trabajadores alquilan su trabajo como si de máquinas se tratase y se desentienden del producto de dicho trabajo, cuya propiedad es exclusivamente de quien aporta el capital en la empresa.
A este modelo de organización del trabajo que proponemos los falangistas lo denominamos Sindicalismo Nacional y, por ser uno de los elementos clave de nuestras propuestas, da nombre al conjunto de la ideología falangista: el Nacionalsindicalismo.
En coherencia con este objetivo de transformación revolucionaria de la economía, Falange Española impulsó desde sus orígenes la creación de sindicatos, concebidos como “instrumento de ataque y defensa del proletariado en tanto no concluya la lucha de clases”. Desde la primitiva Central Obrera Nacional Sindicalista a la actual Unión Nacional de Trabajadores, los sindicatos falangistas se han distinguido siempre por su combatividad reivindicativa. Una combatividad que contrasta con el pactismo y la traición a los trabajadores de los sindicatos de izquierda integrados en el Régimen del 78, UGT y CCOO principalmente, que por activa o pasiva han ido dando por buena cada reforma laboral en la que los trabajadores han ido perdiendo derechos en las últimas décadas.
No sabemos aún cuáles serán las notas definitorias de la organización de trabajadores que impulsará VOX. Pero sí conocemos las propuestas en materia laboral del partido que lidera Abascal: abaratamiento del despido, eliminación de la negociación colectiva, reducción del Salario Mínimo Interprofesional, legalidad del despido por baja médica…
O VOX va a anunciar próximamente una modificación substancial de su programa económico y provoca con ello la salida del partido de todos aquellos líderes y cargos públicos que se definen como liberales o, si la organización sindical que promueva va a asumir el actual programa, no pasará de ser una pantomima para alentar el enfrentamiento con la izquierda, pero sin ningún propósito de representar y defender los intereses de los trabajadores.
Sea como fuere, es evidente la inconsistencia de la comparación entre el sindicalismo revolucionario y anticapitalista que promueve Falange Española y el “giro social” que algunos aprecian en VOX, más como la expresión de un deseo de lo que les gustaría que llegase a ser, que como constatación de una realidad que, a día de hoy, está aún muy lejos de llegar a ser.
Patria, Justicia y Trabajo