Adolfo Suárez pasará a los anales de la historia oficialista, aquélla subvencionada y pagada con los impuestos de todos los españoles para ensalzar las glorias del régimen juancarlista, por ser la figura insustituible que permitió la llegada sin traumas de la joven y ansiada democracia. Se ha llegado a escuchar estos días, incluso en televisión, que vivió su lucha política en la clandestinidad ¡Nada menos que un Ministro Secretario General del Movimiento! Sin duda, la ignorancia no conoce fronteras en los medios de comunicación.
La carrera de Suárez es la de un trepa de la época, bien retratado por Vizcaíno Casas en sus novelas: aquellos que desde un puesto de responsabilidad dentro del mismo Régimen del 18 de Julio al que habían jurado -sobre la Biblia- fidelidad, unos años más tarde se vendían por un cargo o un plato de lentejas. Así es como un rey perjuro se rodea de ministros perjuros, encarnando a la perfección el presidente Suárez, el papel de válido u hombre de confianza.
Adolfo Suárez legalizó al PCE en un momento en el que éste subvencionaba a diferentes grupos violentos prosoviéticos, siendo la primera de sus consecuencias el asesinato del falangista Ramiro Ruiz Ugarrio en Valdemoro (Madrid) a manos de un afiliado al PCE. Tampoco debemos olvidar que su perro guardián en Madrid, el primero Gobernador Civil Juan José Rosón y luego Ministro del Interior, hizo todo lo posible por hostigar a los diferentes grupos falangistas (desde el FES-FEI, hasta FEJONS) llegando incluso a agresiones físicas contra militantes de Primera Línea (lo que en algunos ambientes de izquierdas se llaman torturas). Suárez fue uno de los artífices de diseñar el régimen actual, de traer la ley electoral que daba alas a los separatistas (en medio de este disparate legalizó la bandera oficial del PNV, la ikurriña, como bandera de todos los vascos), y no estuvo a la altura en la persecución a ETA y GRAPO.
Suárez, pese a la propaganda oficial, fue un hombre de paja que no dejó ningún tipo de legado político, cuya obra de centro democrático se disolvió como un azucarillo frente a un potente PSOE subvencionado por la RFA y EEUU. Retratado en el 23F, el autogolpe orquestado por la Casa Real del cual fue partícipe en la sombra, hoy del suarismo no queda más que un símbolo para muchos, y un ingrato recuerdo para los que de verdad se batieron el cobre por España durante aquellos años, en defensa de aquello que de salvable tenía el régimen de Franco. Sólo nos corresponde a los falangistas recordar su etapa política. Dios le juzgará como se merece.
Falange Española de las JONS