Cada semana el líder de la Confederación de Empresarios nos acostumbra a una salida de tono. Esta vez, la CEOE pide que los jóvenes cobren un salario más bajo, basado en incentivos en lugar de en fijos. Lo que no dice Rosell, es si esta bajada de salarios se debe cuadrar con los contratos de prácticas, que en no pocas ocasiones se celebran en fraude de ley, o bajo la coacción de la pérdida del empleo.
Rosell se comporta como un sinvergüenza que en lugar de pedir a los empresarios mayor competitividad en los procesos industriales e implantar políticas de eficiencia, carga sobre el sector más débil de la cadena productiva, los jóvenes, la responsabilidad de la falta de creación de empleo.
Los falangistas proponemos que la CEOE no sea sufragada con nuestros impuestos, como tampoco los sindicatos amarillos, que viven a sueldo. Y exigimos, además, la mejora de las condiciones de la Formación Profesional, de forma que la inserción en el mundo laboral de nuestros jóvenes se haga con todas las garantías sociales. Pero Rosell no entendería nuestras propuestas, como tampoco la de enjuiciar a aquellos empresarios que descapitalizasen empresas españolas por ser una práctica contraria al bien común de los españoles.