El euro se ha mantenido fuerte a lo largo de lo que llevamos de crisis, lo que ha dificultado la recuperación por la vía de las exportaciones, y se ha dejado notar en el sector turístico, en el que aunque ha habido más viajeros, se han gastado menos dinero.
La eurozona mira de reojo a la deflación con una fuere división interna: el Banco Central Europeo no quiere embarcarse en esas políticas monetarias,
El problema es que un periodo de inflación baja prolongado en exceso, obstaculiza los ajustes necesarios en los países mediterráneos, lo que llevaría a resentirse todo el sistema comunitario.
Para los españoles el problema es mayor: en manos de la troika, y con un gobierno que ve brotes verdes donde no los hay, la salud de las grandes empresas españolas está condicionada por economías-trampa como la China, la Argentina o la brasileña.
Rajoy debería mirar con atención los efectos de la deflación en Japón, cuyo gobierno ha aplicado un paquete de medidas de choque, que ha repercutido negativamente sobre la sociedad nipona. El plan japonés, que baraja la propia UE, es romper equilibrio de precios por medio de un agresivo estímulo monetario, para que las empresas y los hogares gasten más ante las expectativas de que los precios subirán a corto plazo. El problema es que las familias españolas no pueden gastar lo que no tienen, y que el trabajo no llega para poder estimular el consumo.
En un país sin trabajo, con sueldos bajos, con pérdida de poder adquisitivo y una fuerte carga fiscal, sería fácil implantar medidas que mejorasen la economía fiscal. Basta con poder legislar sobre las necesidades de los españoles. El problema es que la soberanía económica se la hemos cedido a Europa. Un país sin soberanía, sin capacidad de decisión sobre sus problemas, es un país abocado a la quiebra. España lo es. Es un barco a la deriva. Y el tontiloco de Rajoy su capitán. ¡Sálvese quien pueda!
Falange Española de las JONS